Era sábado y estaba con mi madre en el salón. La televisión estaba encendida, y mis amigos, desperdigados por ahí, no salían. Me tuve que conformar con mi madre, la cual no era muy habladora y le encantaban cómo no, los programas de corazón. Mi intuición me quiso decir algo, pero la ignoré porque me senté junto a ella.

Eran las  diez de la noche y empezó el "Salvame Deluxe" en la tele. Después de aguantar media hora el programa, mi mente comenzó a querer matar a algunos de los personajillos que salían allí; su parloteo incesante se me metió en el cerebro y sus gritos penetrantes colmaron mi paciencia sacando de mí un instinto asesinos. Entonces miré a mí madre con cara de pocos amigos.

—Mamá, me voy a dormir —Dije desganada.

Mi madre, que tenía una perspicacia prodigiosa, me miró y comprendió que algo me pasaba. Yo me mostré distante, pero ella me insistió con la mirada para que se lo contara. Entonces le eché una última ojeada desde la puerta para que me dejara que me fuera, antes de irme refunfuñó a mi costa. Yo desoí sus palabras y ella prosiguió con su programa ensimismada.

Por fin había escapado de la estupidez, aún así no sentí alivio sino, un sentimiento de infelicidad. Al acostarme, una sensación de incomodidad recorrió mi cuerpo y por ello me costó coger el sueño, hasta que al final me dormí.

A mitad de la noche oí algo que me despertó, eso hizo que me despertara, me asomé por la ventana que estaba cerca de mi cama, y vi que el agua caía con furia haciendo un enorme charco en el suelo.

Me levanté, fui hacia la cocina y me tomé un vaso de agua. Fue cuando me fijé que todavía estaba la luz del salón encendida. En ese instante, me dirigí hacia allí y encontré nuestro televisor arrancado y destrozado en el suelo.Unos sollozos me llamaron la atención. Examiné la estancia y ahí es cuando vi a mi madre en un rincón temblando y con una mirada que se perdía en la sala.

—¿Qué ha pasado? —le dije con tono cariñoso.

No me dio ninguna contestación, solo me ofreció silencio, la zarandeé para que me contestara, pero ella seguía sin mirarme y actuaba como si yo no estuviera; sus ojos perdidos miraban a la nada. Cansada de insistirle, la dejé en paz y me dirigí al sofá y me senté. ¿Qué le había sucedido? Solo lo sabía ella.

Me miró con los ojos desorbitados y me enseñó la prueba del delito, el televisor destruido. Luego me señaló como si yo fuera la culpable de esté desastre.

—¿Quién ha sido mamá? —Le dije en tono preocupada.

Ella me miró y me señaló de nuevo.

—Estás queriendo decir, ¡¿Que he sido yo?!.

Ella asintió con la cabeza. Volvió a abstraerse en su mundo adentrándose en un ensimismamiento.

Desanimada tiré mi cuerpo en la silla como un peso muerto y me pregunté en que momento de la noche mi cerebro apagó la coherencia e hizo esto. No podía verme a mí con tanta rabia y violencia, ¿Cómo me he podido convertirme en un monstruo? Seré sonámbula.

Quizás mi madre me estaba confundiendo y en realidad lo hizo ella. Pensé, algo estaba mal esta noche, que nada tenía sentido. Si yo lo rompí, por qué no me acuerdo. Es absurdo pensar, que mi subconsciente es el culpable de todo esto y otra cuestión sería en que plano entra ella y porque está aquí tan afectada. 

De repente se levantó mi madre y vino hacia mí con una sonrisa en la cara, y yo desconfié, pero aún así le hice una mueca forzada. Cuando ya estaba cerca de mí me abrazó, y entonces, sentí un punzada en mi espalda, luego un escozor y en ese instante, la cara de mi madre se trasformó en la cara de un personaje del programa. Ahí es cuando abrí los ojos y  descubrí que no estaba en mi habitación sino en el comedor y la televisión estaba rota.