La soledad me envuelve en el inmenso frío sin más remedio.

Eso hace que yo con mis piernas y brazos, me arrope.

En ese momento, me quedo paralizada.

Entonces, el miedo me devora entre sus tentáculos y me aprisiona.

A veces somos nosotros quienes enfriamos y  petrificamos nuestros cuerpos,

hasta inmovilizarnos.

El  miedo nos hace sentirnos envuelto por la nada.

Convirtiéndonos en polvo que desaparece entre el remolino de hojas

y papeles desechados, transformándonos en olvido.

¿Por qué sentimos miedo?,

que pregunta tan simple y compleja.

Pero si sabes la causa,

se transforma en una sencilla pregunta.

Por ello, la complejidad de su respuesta,

es superar la soledad que envuelve ese miedo,

que parece alimentarse de tus entrañas.

Porque sin duda es ella, quien se mete en los huesos.

Nos destroza, la soledad, traicionera,

 que se convierte en nuestro enemigo al encerrarnos en nuestro caparazón,

y no dejar salir esos pensamientos que nos supuran.

¿Quién llega primero, el miedo o es la soledad?

El miedo es el que nos enferma de soledad.

Por ello, al matar el miedo, la soledad llora por este fiel compañero,

hasta tal punto que muere con él.

Y ese día, nuestros cuerpos dejan de tener escalofríos

y sienten paz al sentir que la tormenta ha amainado.

La vida se vuelve luz

al llenarse de plenitud y de felicidad.

Los días se vuelven calurosos,

y nuestras bocas cada día crean una nueva sonrisa,

llenando nuestras caras de pequeños caprichos,

que son trazos de rayos de sol  en nuestros ojos.

 No dejar que el miedo

nos convierta otra vez, en una piedra sin vida.

Pensar que si os convertís en una naturaleza marchita,

debéis de luchar siempre por florecer dentro de la adversidad.