Estaba sola, su vida no tenía salida en su mente, sólo tenía una idea, huir de su vida. Ya tenía pensado el plan, primero haría la maleta, cogería las camisas de verano, sus jerséis de invierno y sus pantalones vaqueros favoritos y por último su ropa interior. Lo segundo que haría, sería mirar a su marido y a sus dos hijos por última vez. Esto sería duro, pero sería lo mejor para ellos o eso pensaba ella, tercera y última cosa, jamás miraría atrás. Cuando huyes de lo que más quieres, sólo piensas en si algún día te perdonarán. Por eso, mientras caminaba sola, pensaba en su nota donde sólo había un breve perdón y una lágrima que desteñía  mi única despedida. Mientras camino pienso lo que voy hacer desde este instante. Las calles de Anelliv están oscuras y todos sus peculiares vecinos con quien he compartido mi vida están durmiendo sin saber nada de mi huida. Llegué al punto más alto del  pueblo, donde había un gran castillo de la época árabe, lo miré por última vez y me despedí de mi antigua vida, en ese instante me dí cuenta de que no puedes escapar de lo que eres, porque el pasado siempre vuelve a tí aunque no quieras. Siempre me he preguntado, ¿qué es lo que nos hace creer que hemos cambiado?.

El lobo es lo que es, aunque se vista de cordero. Esperé durante una hora, hasta que un todo-terreno plateado apareció entre la oscuridad llenando de luz todo a su alrededor, al verme se paró y yo me dirigí hacia él con paso firme, nunca había tenido miedo de nada, porque eso te hace débil. Eso lo aprendí con tan solo siete años, la verdad es que mi vida no había sido fácil. Recuerdo la primera vez que lo perdí, se esfumó como un globo de helio suspendido en el inmenso cielo, fue la primera vez que tuve un arma en mis manos, era un pequeño revólver chato y muy manejable. Lo raro de aquello es que para mi sólo era un pequeño juguete, hasta que un día en la cueva en las montañas entró un leopardo de las nieves y yo cogí mi revolver con cuidado y le disparé, a partir de ese momento dejé de ser cobarde para ser una asesina. Me subí al todo-terreno miré a mis nuevos amigos o enemigos según se mire. El que estaba a mi lado era un viejo conocido Amil, un asesino y torturador, el conductor era Jamila la experta de explosivos y a su lado estaba el hijo del jefe de la tribu de la daga negra Romil agaf, él había sido mi compañeros de juegos. ¿No se como me habían encontrado? Pero debía ir con ellos, era cuestión de guardar a lo que más amaba, lejos de lo que en el pasado me había convertido. Mi cuerpo se estremecía al mirar por la ventana y sentir que ya no volvería a mi tranquila existencia. Mientras me alejaba del pequeño pueblo algo se rompía dentro de mí. Mi misión era llegar hacia mi antiguo padre y dueño de mi vida, no se si quería matarme con sus propias manos o serían otros quien lo harían. Mi vida esta en un hilo muy fino que no se si se cortará hoy o quizás otro día, pero lo que sí sé  es que mi cuerpo está manchado con una mancha negra, que pronto llenará mi cuerpo y se llevará mi último aliento. Durante el trayecto en el coche nadie habló, solo se oía el sonido del aire pegar contra los cristales y un sonido de tambores tribales proveniente de la radio. No se miraban entre ellos. Para ellos yo era un simple paquete, en referida cuenta trabajo. Rompí el silencio. ━¿Dónde vamos? ━Dije con cierto aburrimiento. Se volvió y soltó sus sucias palabras. ━Al infierno, Dana ━contestó riendo Romil agaf. Le miré con cara confusa. ━Nunca me perdonaras ━le dije, mirándole a los ojos color avellana.

El se echó a reír, su risa era estridente para mis oídos.

━El dolor jamás se olvida, pero la venganza lo hará desaparecer.Temes a la muerte lo se, pero la desearás más que nada.

Entonces lo mire con odio y le escupí a su cara rajada, él se limpió y con sus labios hizo una mueca de felicidad. Todo el coche se empezó a reír como un coro diabólico. No volví abrir la boca hasta que llegamos. Llegamos a un prado llamado “Llanura amarilla”. De repente,  recordé ese lugar y me paré. En ese instante miré a mi alrededor, el tiempo se detuvo.

Era verano el sol se sentía fuerte en mi cabeza  y en frente mía estaba  un hombre asustadizo con gafas, mi reflejo estaba en sus gafas, donde estaba mi revolver del calibre 32 apuntándole. Al lado mio estaba Romil,  él insistía que disparará, pero yo no podía hacerlo. Estaba harta de matar y mis manos temblaban.

━¡¡ Déjame o te meto la bala a ti!!!  ━Le dije a Romil enojada.

Entonces él me quitó el arma. Yo saqué un cuchillo de mi cintura y le raje la cara y se lo hinque en el costado y cayó al suelo. El hombre y yo escapamos. Se oyó un disparó. Yo seguí corriendo hasta llegar al coche y al mirar hacia atrás vi el cuerpo inerte del hombre. Subí y arranqué  el motor. Sentí por primera vez en mi vida el sabor de la libertad.

En ese instante regresé a la realidad. ¿Era esto un bucle que me lleva al mismo lugar? Pero sin embargo algo había cambiado. Ahora era yo la que iba a caer, ante aquél campo seco. Al aparecer sólo necesitaba ser victima para que el miedo se instalará dentro de mí. La muerte era el fin y el revolver le guiaba para que ese fuera mi destino.