La caída del viento

27 de noviembre de 2020 Relato Comments (0) 1610

Las hojas del camino, llenan el espacio con sus rojos silbidos que rebotan contra la gran montaña, las cuales cae derrotada ante los ojos vidriosos de un perro que espera un trozo de pan detrás de su espalda, sorprendiéndome al comprobar que está ahí, ese trozo, esperándolo en esa tierra manchada de moho.

Entonces, los destellos de una luz le impactan, parece ser un hombre corriendo lleno de purpurina blanca, resulta conmovedor, porque su piel reluce como un fantasma en la noche, solo sabe él su verdad, pero la cuestión es que saca de un terrible sueño a un conductor que en ese momento pasa por el camino retumbando en la solitaria oscuridad. Continue Reading

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El agua detrás de una sonrisa

9 de octubre de 2020 Relato Comments (2) 2107

La Rambla estaba repleta de puestos de librerías y puestos de rosas. Yo andaba entre millones de cabezas, rodeándome de un calor asfixiante, de repente, vi la sonrisa de un chico que parecía igual de perdido que yo, nos observamos mientras nos movían la marabunta de gente que al mismo tiempo nos separaban. Él  quería  romper esa barrera entre nosotros, nuestras miradas decían todo y a la vez nada.

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El fluir de la caída

21 de agosto de 2015 Relato Comments (0) 2242

 

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El agua me rodeaba y me conducía río abajo, me arrastraba junto a los sedimentos que se desprendían convirtiéndome en parte de ellos. Seguía cayendo entre sus torrentes formando parte del raudal que me hacia sentir como un tronco a la deriva. Mi mente dispersa y descompasada creaba huecos blancos que me hacían olvidar el momento que me sumergí en ella para ya no salir.

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La escurridiza mujer

20 de enero de 2014 Relato Comments (2) 2330

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Mis pasos me resultaban pesados, pero por mucho que anduviera no encontraba solución a nada. Eso me llevó a seguir deambulando por las calles y luego hasta un bosque cercano, colindante al pueblo. Entonces recordé un acantilado que estaba cerca de allí, el cual, iba cuando era pequeño. Sin duda allí había vivido bastantes aventuras con mi hermano Gabí, por ello vivía tan fervientemente esa época.

Cuando llegué vi que todo me evocaba a esos días de playa con mi hermano, me sentí contento al rememorar las carreras entre la arena, y al romper las olas contra las rocas resonaron nuestras risas en mí mente. La única diferencia es que ahora tenía veinte años más que por aquella época, cuando solo tenía diez años. La bajada por las escarpadas rocas hasta llegar a la pequeña playa me costó más que en mis días de niñez.

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El abecedario dentro del ombligo

26 de diciembre de 2013 Relato Comments (0) 985

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El abecedario estaba colgado en la pared, yo perplejo lo miraba sin comprenderlo. Me costaba concentrarse en sus letras, que no tenían ningún sentido para mí. Eran tan diferentes y tan faltas de significado, que para mí mente solo eran símbolos perdidos en el espacio.

Mi teoría que era bastante descabellada, fue llamada por mí “El abecedario dentro del ombligo” que trataba de lo siguiente:Un buen día observando mi ombligo, en mi habitación, descubrí el por qué las letras del abecedario no seguían ningún orden.

“El abecedario para mí era un agujero negro; no sé ni cómo ni cuándo se formó. Pero yo tenía la certeza, que las letras salían por un punto parecido a mí ombligo, que para mí mente imaginativa de niño, era el final del agujero negro.”

Yo me frustraba por no entender a esas malditas letras, por ello, no conseguía aprenderlas. Pero sin embargo, los número no tenían ningún secretos para mí; me encantaba sumar, multiplicar y restar. Pero esas letras dichosas no eran para nada mi fuerte, en consecuencia, siempre que recitaba el abecedario me saltaba alguna letra.

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El tenedor que apunta a la verdad

24 de septiembre de 2013 Relato Comments (2) 1206

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Rosa era una persona que amaba la palabra amor. No por su significado tan variado, sino porque pensaba que a todo había que añadirle ese variopinto ingrediente tan popular llamado amor. Pero sin embargo lo paradójico es que ella se dedica a investigar la falta de él y otros misterios que ahora mismo no vienen al caso. Su amado era su propio trabajo todavía no había encontrado nada que lo pusiera en segundo plano.

La verdad era que sabía de sus métodos, pero no que fueran tan eficaces. Empezaré desde el principio, una noche no lo suficiente lejana, estaba yo cenando con ella y mi marido.  Bueno, la noche siguió bastante tranquila  y incluso aburrida, incluso la cena no sabía del todo bien, era más bien sosa. Su comportamiento de ella bastante raro, me resultaba sospechoso, más fuera de lo común de lo que nos tenía acostumbrado. Por su específica conducta o más bien una obsesión por el tenedor de mi marido, me hacía sentirme incómoda.

De repente Rosa me miró y me cucó el ojo, y entonces, me dijo de forma irónica: «¿Te vienes al baño?». Yo le  respondí con un movimiento de cabeza y me levante. Mi marido nos observaba con una mirada de incredulidad y a la vez indiferente al dirigir de nuevo sus ojos hacia a su plato de cordero envuelto en una salsa verde, no muy apetecible.

La seguí al baño no muy atenta a lo de mi alrededor. Solo seguía el  camino que ella me mostraba. AL llegar nada me parecía extraño, solo éramos dos mujeres que iban al aseo. Me pregunté qué me querría decir, pero viniendo de ella cualquier cosa se puede esperar. Cuando ya estábamos dentro, me confesó algo que me costó creer. Es algo que jamás hubiera esperado de ningún modo de esa persona tan querida.

La conversación comenzó de la siguiente manera:

—¿ Tú has visto cómo coge tu marido el tenedor?

—Sí, por..

—No sé, porque estaba llevando un caso en Río de Janeiro, ya sabes una cuestión de cuernos que te mencione.

—Ahh, me suena vagamente, no lo recuerdo muy bien.

—El magnate forrado que me contrató para seguir a su mujer por esa ciudad. El hombre que estaba con ella cenando me resultaba familiar, pero no podía ver su cara desde el ángulo que estaba. Solo la veía a ella con gran claridad y al hombre sin embargo, solo veía sus manos las cuales me resultaron de gran interés. No se que veía en ellas, me resultaban tan — le interrumpí— conocidas para ti.

—Exacto.

—¿Es alguien conocido por ti y por mí?

—Por las dos, lo que pasa es que no se si debo decírtelo. Es algo que creo que debería hacerlo el mismo.

—¿¡ No me fastidies que es mi hermano Mauro?! —resopló— ¡Menudo sinvergüenza!.

Bajé la cara hacia abajo avergonzada de ser de su misma familia de mi hermano, el rufián, que no tenía miedo de la propiedad ajena a él mismo.

—Más quisiera yo que fuera el capullo de tú hermano —dijo mirándome a los ojos compungida— es alguien a quien amas y que tú creías que te amaba de verdad.

—No puede ser Mario, no puede ser él, es imposible. ¿Por qué crees que es él?  —le grité— ¿Por qué dímelo?.

—Lo he descubierto hoy en la cena.

—¡¿ Cómo?! —dije desconcertada.

—Su tenedor, o más bien, su forma de cogerlo.

—¡¡ Que dices!!, no tiene sentido acusar a una persona por como coge el tenedor, es absurdo —dije irritada.

—No me crees  —hizo un silencio y luego prosiguió enfadada— esto es indignante, juzgar mi trabajo.

— Ya que no te convence lo que te digo, te enseñaré la prueba concluyente de lo que te he contado.

Sacó del bolso color caqui, no muy elegante, un sobre que me extendió y el cual yo cogí con rapidez. Me fijé en las manos y efectivamente era cierto. No solo eso, el traje que llevaba se lo había regalado yo. No me podía creer que fuera verdad su intuición, hasta que vi sus manos. Lo que más me enfureció, fue la mano de ella cogiendo la suya y mirándole con unos ojos que le devoraban con la mirada. Me había mentido, desde luego, no era una simple reunión de trabajo. Entonces, quité la mirada de esa foto y me volví hacía el espejo y vi  mi cara desencajada y descolorida.

Mire a mi a mi gran amiga y grite:

¡¡Maldito tenedor!!

Cuando llegué a la mesa no pude a mirarle a la cara, solo podía odiarlo y no tenía nada que escuchar de él. Me levanté, me acerqué a él, le di una última ojeada de despecho. En ese momento, una furia recorrió todo mi cuerpo y me hizo explotar de una manera poco común en mí. Cogí el plato de su comida y se lo vacíe encima cubriéndolo de salsa verdosa, y seguidamente se lo estampé en la cabeza y eché a correr. En ese momento no pensé en su bienestar, sino en mi corazón roto y desgarrado por su traición. Ahora me arrepiento por mi comportamiento intolerante, pero por aquél tiempo solo me preocupaba mi ego herido.

Mi amiga Rosa flipó con mi reacción, no hizo nada, dejó que me fuera corriendo. Mario sin embargo, se quedó pasmado ante mi loca conducta. Ahora la única relación que tenemos, son unos papeles fríos que no significan nada para mí y todo para él. Me imagino que  quiere romper con la ex mujer desequilibrada en que me he convertido. Me alegro de haberlo dejado, pero no de cómo sucedió todo. Ahora me siento que mi vida está perdida. No se si tendré fuerzas para conocer a otra persona y ni siquiera se si me aceptarán los hombres, después de lo sucedido. A pesar de todo, aún sigo queriéndote a él.

Rosa no se si volverá a decir a una amiga que es una cornuda. Ella me anima más bien como puede, dentro de su capacidad de amiga, la cuestión es que se encuentra a mí lado y eso es lo que cuenta. No se si echarle la culpa al tenedor o a mí misma por no saber lo que necesitaba. Aunque la verdad los dos tenemos algo de culpa, o eso es lo que me suelo repetir. No lo escuché. Solo reaccioné. No sé si esa foto me muestra su cara oculta o son imaginaciones mías. Pero para qué pensar ahora ya está hecho.

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La personalidad

12 de julio de 2012 Relato Comments (0) 502

Estaba en el tren al lado de una chica amable vestía un estilo punk. Yo estaba pensativa y nerviosa por el hecho de no dejarme nada. Me esperaba un nuevo mundo lleno de posibilidades que la nueva ciudad me ofrecía.

El tren era un rollo, pero para salir de ese lugar debería cogerlo. La chica punk me miró con cara de curiosidad y yo le sonreí.

━Te veo nerviosa ━me dijo.

━Solo estoy emocionada, empiezo una nueva vida y no se como va salir…━dije con cierta emoción.

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Agua viva

21 de febrero de 2012 Relato Comments (0) 932

La niña estaba junto a su casa canturreando lindas canciones que le había enseñado la madre. Ella la observaba por la ventana mientras hacía rica comida con habichuelas, lentejas y carne picada. La niña empezó a llorar desconsolada. Sus llantos y sus gritos sonaban como un pájaro herido.

La madre oyó el grito ahogado de su hija y se le cayó al suelo el cucharón que llevaba en la mano y un cuchillo que estaba cerca. Salió corriendo hacia el bosque y pensó en ir a buscar a su marido al puesto de montaña donde él trabaja.

La pequeña estaba desorientada por el sol radiante que le pegaba en la cara. Se dio cuenta que estaba mojada, pero no recordaba cómo había sucedido. Entonces empezó a recordar que estaba cantando y preparando a su muñeca para ser princesa.

Recuerdo que fui a beber al río porque tenía sed. Al llegar a él, metí mis manos. Algo me las cogió y me caí al agua. Entonces sentí como me convertía parte del río y luego fue como si la corriente me llevará. No se en que momento perdí la memoria, porque no recuerdo cómo he llegado ha éste lugar.

¿Qué hago en esta cueva? —me pregunté nerviosa.

Mientras me agarraba con fuerza mis piernas.

Su madre llegó, gritando y nerviosa, al puesto de su marido. Estaba atormentada por lo sucedido. Cuando consiguió calmar sus nervios le contó la historia.

—Mi vida, ¿estás segura de que no está en su habitación? —el marido la tranquilizó con estas palabras.

—No lo sé, pero lo que sí que sé con certeza es que sus gritos provenían del bosque y sus juguetes estaban tirados en el jardín, pero ella no estaba.

La niña se sentía triste y abandonada y el reflejo de su cara en un charco le hacia pensar lo peor. Su cara estaba pálida y sus ojos azules estaban rodeados de ojeras. El ser que le había arrancado de su hogar. No sabía realmente qué quería o qué buscaba en ella con tanta insistencia. Pensó en sus padres y en lo desesperados que estarían buscándola.

Todo el pueblo la buscó  desesperado por el bosque, gritando su nombre:

—¡Carla, Carla!

Pero cuando anocheció, no hubo más remedio que irse y sus padres cabizbajos se fueron desesperanzados.

—Mañana seguiremos buscando hasta que nuestros pies y nuestras piernas se derrumben —dijo el jefe de policía.

—No se preocupe Ian, la encontraremos. Dándole ánimos se acercó y le dio una palmada en el hombro a mi padre.

Carla estaba ansiosa porque había oído a sus padres gritar su nombre. Ella también había gritado y pataleado dentro de la cueva, pero sólo le respondía su propio eco. Entró una corriente de aíre intenso que alborotó su pelo. Esto hizo que no viera que había una columna de piedra justo delante de ella y se dio un golpe tan fuerte que cayó al suelo inconsciente.

El bosque parecía triste y desolado por la tragedia. Era el bosque «maldito» en donde sólo se oían perros y policías dando órdenes a una multitud de gente que la buscaba. Los animales, con tanto revuelo, corrían despavoridos al verlos porque para ellos eran intrusos.

Sus padres, desconsolados después de dos días de búsqueda  intensiva, ya no sabían qué pensar. No había ningún rastro de ella ni de su ropa desgarrada tirada por el bosque, ni pisadas de algún extraño. Todo era normal excepto que su hija había desaparecido. Estaban en su casa desorientados, pensando qué se les escapaba de aquella mañana. La madre salto histérica a llorar y mi padre la abrazo.

—¿Hay algo que vieras raro esa mañana? —le preguntó, intentando animarla.

—La verdad es que fue todo tan rápido. Yo estaba cocinando cuando, de repente, oí los gritos. Miré hacia donde estaba la pequeña Carla y solo vi sus muñecas sentadas en el césped, pero no a ella.

—¡Esto es frustrante! —se lamentó como un pájaro herido y siguió con la conversación entre sollozos.

—Aquella mañana me dio un gran beso y unos abrazos matutinos, era tan cálida.

La niña estaba despierta, pero a la vez soñaba con comida imaginaria: jugosas frutas del bosque, ricos filetes de carne y pasteles de chocolate. Todo esto lo comía con sus padres que le sonreían al ver como devoraba la comida. Estaba tan hambrienta que cada día sus sueños eran más delirantes. Lo que le daba de comer esa cosa era pescado crudo y, alguna vez que otra, bayas del bosque mojadas —¡Eso no era comida, era un suplicio!—. Después de comerlo, siempre lo devolvía. No podía seguir así. Necesitaba salir de allí.

La policía se movía incesante por el bosque. Ella oía sus voces buscando debajo de cada piedra, cueva y tronco caído sin encontrar rastro de ella. El jefe de policía llamó a sus guardias a través del comunicador.

—Muchachos, ¿Habéis encontrado algo? —dijo a través del aparato.

—No, señor, sólo hemos encontrado  animales asustadizos y una ardilla muerta —dijeron sus subordinados en tono serio.

—Bueno, chicos, lo dejaremos para mañana. Nos retiramos —dijo resignado.

Estaba sola y quería escapar de allí. Me levanté para examinar el terreno y descubrí huellas repletas de agua. Eran como pequeños charcos que me llevaban a la cascada. Fui directa hacia ella y saqué la mano por ella. Sentí el aíre y el agua pasando ligeramente por mis dedos. Cerré los ojos con fuerza y salté. Entonces una mano mojada atrapó mi brazo y mi salto se convirtió en un salto para atrás, como los cangrejos. Mi pequeño cuerpo impacto contra el suelo. Enfurecida golpeé la piedra caliza y le grité:

—¡¿Por qué?!

Mis ojos miraban al vacío de la cueva. Cuando solté un grito ahogado, desconsolada me puse a llorar durante horas. El eco reproducía mi llanto con tal fuerza que retumbó en mis oídos.

—¡Maldito cobarde! —le grité y seguí llorando hasta que el cansancio me venció y me quedé hecha un ovillo en la fría piedra.

Su madre recordó la noche que nació, tan pequeña y regordeta. Ella estaba caminando aquella noche con su marido entre los árboles. Se encontraban  allí esa noche para buscar un poco de tranquilidad. En el pueblo celebraban, por aquel entonces, la fiesta del solsticio de verano; con música, ventas de productos del pueblo y sorteo de animales.

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La decisión

27 de noviembre de 2011 Relato Comments (7) 2091

Tomar decisiones en tu vida es complicado. Te puedes pasar horas enteras mirando ese reloj y sintiendo como ese tic tac se va metiendo dentro de tu cabeza. Durante esas horas interminables te da tiempo a pensar en miles de cosas:

«¿ Qué pasará si hago esto?» «¿ Qué pasará si hago lo otro?» «¿ Me arrepentiré de no haber hecho lo anterior?».

Eso hace que te encuentres confusa ante la multitud de opciones que tienes y cuando ya no sabes lo que hacer. De repente sin más decides un camino.

No sabes si ese camino es el correcto, pero la sigues como una corriente de agua que te empuja.

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Caja de rosas rojas

25 de julio de 2011 Relato Comments (0) 1048

El aire pasa por mis dedos descalzos y mi cuerpo frágil parece resistir mis últimos suspiros. Los años han pasado, pero parece que los recuerdos siempre vuelven a ti como una brisa suave.

Mi vida en el campo, cuando tan sólo era una niña, era dura. Al sentir, caer sobre mi suave piel los rayos del sol abrasando, los días de mi niñez. Recuerdo a mi madre en aquellos años con tal intensidad que podría describirse hasta el último detalle de ella. Pero lo que más me impactó era su forma de arar con voluntad y fuerza, que la tierra rendida a sus pies caía junto al buey que la dominaba.

Mi madre era fuerte como la corteza de un árbol, la cual le sirvió para llevar una familia hacia delante.
Mi padre murió cuando mis hermanos y yo éramos pequeños. Lo poco que nos contaba mi madre de su forma de afrontarlo por aquella época era lo siguiente – «Lloró durante ese día pero, el día siguiente, cogió su hoz. Empezó a segar el campo, olvidando las lágrimas en el fondo de su corazón, para seguir el camino que le había tocado vivir.»

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